Inconexa
I
Son horas que no transcurren, esta nocturna dolencia, y más aún se aquieta a lo lejos, la idea de que esta fiebre de conciencia física, abandonara mis sentidos adormecidos. Mi voz desgarra la piel del silencio, que se anida en mi garganta. Sediento de aire, busco beber en un respiro y mi saliva es el alivio que me envenena. ¡Cuan lejos han de quedar esos dias próximos!. ¡Cuan imposibles de concebir esos dias que ya vendrán y por ser, los ignorare naturalmente!. Aún así escribo, intervalos de una enfermedad discontinua, inconexa entre mi pensar y sentir afiebrado. Instante sabor a muerte en la forma como el cielo se precipita por la ventana, sobre mis ojos cansados. Paisajes urbanos, grises, todo es una misma sombra de diferentes ausencias. Todo sonido que llega hasta mi es alguien aislado en su contemplación individual. Sonidos que aturden sin distraerme de este zumbido grito. Nadie, y sin embargo, todos los pasos atraviesan el cuarto donde me encuentro tendido. Es acá donde las personas dejan de engañarse. Entre estas paredes, el amor dejo de existir, se planean suicidios, se construyen modos de destruir, se llora en una risa vacía. El niño que nunca nació, vive, su infancia trepa por los muros hasta llegar a la oscuridad de un cielo que se extiende, como una desesperanza eterna. Todo lo otro es mío porque afiebrado dejo de ser yo. Todo lo otro es eso que me oprime, en esta espera que no amanece. Existencia de la noche, siempre, como una culpa que se acerca, desde el otro lado del mundo en el cual habito y que no alcanzo.
II
Y un sueño de realidad me despierta en tu modo de mirar mi vida. Estas ahí, no hay dolor. Mujer de los colores que desconocía, de las preocupaciones ajenas. Tu estrella colapsa en una estrepitosa quietud del paso del tiempo; Todo surge. Tu dolor crece entre heridas. Silencios que oscurecen tu sueño. Cada instante del sitio que se convirtió en tu mundo, es esa parte de la realidad sobre la cual ya no caminas. Dialogo impredecible. Tristeza que no se llora. Desconocer lo establecido. Cristalina figura. Vidrio que me separa de la hora. Miradas atemporales que se detienen con idéntica calidez y diferentes, ambas, ansían lo mismo. Ni el pasado en el presente. Estados contrarios e indefinidos, anónimos, cuyos rasgos se vuelven nítidos a tu visión y de los cuales, conoces sus nombres. Me reencuentro con la idea de ser. Son tus ojos el rumbo imaginado con los que recorro, las construcciones de mi pensarte. No te perderé para comprenderte, y un alivio de incerteza se vuelve una memoria sin nostalgia. Recordar viviendo. Estrofas que forman esos relatos hablados, que no llegan a ser novela. Escritura estática. Pasos dados. Metáfora que no me cubre, en tu modo de sentir leerme.
Son horas que no transcurren, esta nocturna dolencia, y más aún se aquieta a lo lejos, la idea de que esta fiebre de conciencia física, abandonara mis sentidos adormecidos. Mi voz desgarra la piel del silencio, que se anida en mi garganta. Sediento de aire, busco beber en un respiro y mi saliva es el alivio que me envenena. ¡Cuan lejos han de quedar esos dias próximos!. ¡Cuan imposibles de concebir esos dias que ya vendrán y por ser, los ignorare naturalmente!. Aún así escribo, intervalos de una enfermedad discontinua, inconexa entre mi pensar y sentir afiebrado. Instante sabor a muerte en la forma como el cielo se precipita por la ventana, sobre mis ojos cansados. Paisajes urbanos, grises, todo es una misma sombra de diferentes ausencias. Todo sonido que llega hasta mi es alguien aislado en su contemplación individual. Sonidos que aturden sin distraerme de este zumbido grito. Nadie, y sin embargo, todos los pasos atraviesan el cuarto donde me encuentro tendido. Es acá donde las personas dejan de engañarse. Entre estas paredes, el amor dejo de existir, se planean suicidios, se construyen modos de destruir, se llora en una risa vacía. El niño que nunca nació, vive, su infancia trepa por los muros hasta llegar a la oscuridad de un cielo que se extiende, como una desesperanza eterna. Todo lo otro es mío porque afiebrado dejo de ser yo. Todo lo otro es eso que me oprime, en esta espera que no amanece. Existencia de la noche, siempre, como una culpa que se acerca, desde el otro lado del mundo en el cual habito y que no alcanzo.
II
Y un sueño de realidad me despierta en tu modo de mirar mi vida. Estas ahí, no hay dolor. Mujer de los colores que desconocía, de las preocupaciones ajenas. Tu estrella colapsa en una estrepitosa quietud del paso del tiempo; Todo surge. Tu dolor crece entre heridas. Silencios que oscurecen tu sueño. Cada instante del sitio que se convirtió en tu mundo, es esa parte de la realidad sobre la cual ya no caminas. Dialogo impredecible. Tristeza que no se llora. Desconocer lo establecido. Cristalina figura. Vidrio que me separa de la hora. Miradas atemporales que se detienen con idéntica calidez y diferentes, ambas, ansían lo mismo. Ni el pasado en el presente. Estados contrarios e indefinidos, anónimos, cuyos rasgos se vuelven nítidos a tu visión y de los cuales, conoces sus nombres. Me reencuentro con la idea de ser. Son tus ojos el rumbo imaginado con los que recorro, las construcciones de mi pensarte. No te perderé para comprenderte, y un alivio de incerteza se vuelve una memoria sin nostalgia. Recordar viviendo. Estrofas que forman esos relatos hablados, que no llegan a ser novela. Escritura estática. Pasos dados. Metáfora que no me cubre, en tu modo de sentir leerme.