Arrodillados a un Dios o a una idea, entregados al placer de compadecernos, a la agonía de suponer, que todo tiempo posible, trae la esperanza materializada en hechos mas reales que nuestro dolor. Sombras, palabras que se pierden, dichas, que nadie escucha, voces ciegas. Debilidad fundamental de todos las voluntades. Voces que se vuelven suplicas, que se desvanecen. Nadie sabe y es tan claro todo, desde esta certeza, de que la verdad se ignora. Es tan puro el sentimiento y tan noble el deseo que se experimenta en secreto. Susurros de nosotros, siendo otros, en el instante en que el mundo pesa sobre la realidad, y la realidad del otro se asoma en el mundo que somos. Suplicas del agónico modo de silenciar con la razón, la fe que no se obtiene. El universo se contrae en esta desolación y todos los mundos se paralizan. Dios de cada uno, vida de cada ser, muerte de cada vida. Soledad poblada de mismas otras tantas voces, anhelando de un modo diferente, lo mismo. ¿Alguna vez nos escucharemos?.
Si tuviera que decir tener en mi vida
la figura que nos describe,
pero solo es una sombra
la identidad que conservo.
Créeme, si te digo, que no soy,
nunca he sido.
Nada de mi forma parte de nada.
Jamás ocupe un lugar, estando,
nunca con nadie hable, diciendo,
ninguna persona me conoce, o conoce
ese que no existió, siendo.
Y ahora, en que la soledad
es esta contemplación nocturna,
de silencio que duele,
como una nostalgia inútil que nos paraliza,
evoco el recuerdo de lo que viví;
Rostros, palabras, sonrisas mudas,
gestos perdidos, soledad,
mis manos sintiendo tus manos,
el sabor de una sombra.
Tengo, la melodía que trae sitios,
momentos, sensaciones,
el color negro,
el naranja que acompaña el gris
de mi visión oscura,
el aroma impregnado en el aire
que roza tu ausencia.
Mirada herida de mi,
sonrisa detenida,
dias que ya no son, siquiera,
recuerdos en tu mente.
Todo eso, y nada de eso es, sino
donde ya no puede tenerse.