La imagen al lado de la poesía, es antigua; Un cuadro que pinté, buscando ninguna forma precisa. No recuerdo el momento, sino los pensamientos que elaboré, mientras el blanco sepultaba la oscuridad, y un contorno entre grises, descubría esa mujer de espaldas. Lo recuerdo en ideas. Pensaba ciertamente, si la vida no es el resultado de buscar lo otro. Si los deseos y esperanzas, no serán consecuencias que se desprenden, al centrarnos en eso que no alcanzamos; Lo incierto y distante, que de tan improbable, es el olvido de una forma similar a la indiferencia. Sentimientos que se desprenden de esos sentimientos que nos son negados. El blanco se vuelve amarillo, mientras pienso que no pinto un cielo, y en eso que ignoro, el reflejo de algo que surge. La casualidad posee ese color, sin dar lugar a otra tonalidad cualquiera. Convencimientos demasiados arraigados a nosotros, para ser, eso que nos convence. Y entre la multitud, la luz casual del blanco repentino, sepulta el aislamiento oscuro, de solo experimentarnos gente.
La poesía al lado del cuadro, fue de igual modo el resultado de frases que, sin un orden determinado, describió un momento vivido, transformándose en el recuerdo de una contemplación. Ese dia, ni siquiera fue el mismo que siento y sin embargo, hoy ese sol antiguo, tiene un vigor diferente, entre nubes. Y esas palabras que dije, dieron el origen de esta situación de poesía desordenada y que solo yo comprendo. - “Voy a morir primero”-. Eso fue, y de no haberlo dicho quizás, realmente, moría antes, o morí, al decirlo, y por eso escribo en un sueño sabor a realidad que traza, la discontinuidad de nuestras vidas.